Los reclamos que otrora eran comunes escuchar en las marchas del Día Internacional de los Trabajadores en Tegucigalpa, ayer fueron ahogados por la narrativa de la dirigencia del oficialista partido Libertad y Refundación, con las figuras de su coordinador nacional Manuel Zelaya y su candidata presidencial, Rixi Moncada, a la cabeza, quienes convirtieron la celebración en un mitin político más del partido en el gobierno.
Fue evidente cómo la presencia de los líderes y funcionarios de Libre dejó en segundo plano a una dirigencia obrera invisibilizada por la avalancha de empleados gubernamentales y activistas movilizados a la concentración, en la que apenas pudo escucharse un extenso manifiesto en el que las centrales obreras dejaron establecidas sus demandas y reclamos en favor de los trabajadores.
Sin embargo, a lo largo del recorrido de la marcha se alzaron algunas voces en demanda de mejores servicios en los hospitales y protestar por los altos costos de la canasta básica. Más de uno recordó las promesas incumplidas de la instalación de una comisión de lucha contra la corrupción.
Fueron muchos los que dijeron no sentirse representados por dirigentes alineados con las estructuras de poder, en detrimento de la defensa de los derechos de miles de trabajadores que buscan desesperadamente insertarse en el mercado laboral formal y otros que ven disminuidos sus derechos y no cuentan con voces que les representen ante las esferas del poder.
No es estar en contra del poder por estarlo, es que la democracia no se fortalece con posiciones impuestas ni con marchas convertidas en vitrinas electorales. La democracia se fortalece con el disenso, la crítica, las voces que cuestionan y no se conforman. El verdadero homenaje al 1 de mayo no es una candidatura, sino el respeto al derecho de cada trabajador y trabajadora a expresarse libremente.